Durante años, los camarones han dividido opiniones. Mientras algunos celebran su sabor dulce y textura delicada, otros los evitan por miedo al colesterol. Pero las investigaciones actuales han cambiado el panorama, ofreciendo buenas noticias para quienes quieren disfrutar de este marisco sin culpa.
Es cierto que los camarones contienen colesterol: una porción de 3 onzas (unos 85 gramos) aporta cerca de 189 miligramos, más de la mitad del límite diario que antes recomendaban las autoridades sanitarias. Sin embargo, las pautas actuales sobre colesterol dietético han evolucionado. Los expertos reconocen que el colesterol que consumimos en los alimentos no eleva significativamente los niveles de colesterol en la sangre en la mayoría de las personas. Hoy se sabe que las verdaderas amenazas para la salud cardiovascular provienen de las grasas trans y saturadas, y no tanto del colesterol en sí.
En ese sentido, los camarones salen bien librados. Apenas tienen grasa saturada —menos de 0,1 gramos por porción—, lo que los convierte en una opción magra y ligera para quienes buscan cuidar su corazón. Por supuesto, si tienes hipercolesterolemia familiar u otra condición médica, lo mejor es consultar con tu médico antes de incluirlos en tu dieta habitual.
Para quienes no tienen restricciones médicas específicas, una o dos porciones de camarones a la semana (de 3 a 6 onzas en total) encajan perfectamente dentro de un plan alimenticio saludable. Puedes disfrutarlos a la parrilla, al vapor, salteados con aceite de oliva o incluso fríos con un chorrito de limón. Lo importante es evitar preparaciones con mantequilla en exceso o frituras que puedan aumentar innecesariamente las calorías y las grasas poco saludables.
Además de su bajo contenido en grasas, los camarones tienen un perfil nutricional muy atractivo. Una porción de 3 onzas ofrece cerca de 20 gramos de proteína y menos de 100 calorías, lo que los convierte en una excelente fuente de proteína magra. También aportan ácidos grasos omega-3, que ayudan a proteger el corazón y el cerebro; selenio, un antioxidante que favorece el sistema inmunológico y la función tiroidea; vitamina B12, clave para la producción de energía y la salud neurológica; y astaxantina, un carotenoide que combate la inflamación y protege la piel.
Así que si te preocupaba que los camarones fueran enemigos del corazón, puedes respirar tranquilo: cuando se consumen con moderación y preparados de manera saludable, no solo son seguros, sino que también son nutritivos. Lo esencial es integrarlos en una alimentación variada, rica en vegetales, granos integrales y grasas buenas. Y como siempre, ante cualquier duda, el consejo de un profesional de la salud es la mejor brújula para tomar decisiones alimenticias acertadas.
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