De San Mateo del Mar a las estrellas: el sueño NASA de un joven ikoots

Con una frase que encapsula su determinación —«Si las estrellas no tienen límites, tampoco nosotros debemos tenerlas»—, Ahiezer Hinojosa Salomón, un joven de 21 años originario de la comunidad ikoots de San Mateo del Mar, Oaxaca, está a punto de cumplir un sueño que nació entre las salas de cine y los libros de ciencia: llegar a la NASA. Su trayecto, sin embargo, ha sido una odisea de perseverancia y creatividad, incluyendo una rifa de telescopios para financiar el viaje que lo llevará al Kennedy Space Center en Florida este julio.

La chispa de su vocación se encendió con una película. «Escuché por primera vez el término ‘nanotecnología’ en Los Avengers«, confiesa Ahiezer, quien actualmente estudia Ingeniería en Nanotecnología en la Universidad Politécnica de Chiapas. Tras descubrir su pasión, investigó dónde podría formarse en esa disciplina y dejó su comunidad para mudarse a Chiapas. Allí, no solo se sumergió en los estudios, sino que fundó con compañeros el Club Espacial de Chiapas, un colectivo dedicado a divulgar ciencia y tecnología espacial.

El camino hacia la NASA

El club ganó visibilidad al organizar congresos sobre nanosatélites y colaborar con iniciativas como Spaceport Mx. Su gran oportunidad llegó cuando, tras superar competencias internacionales contra equipos de Estados Unidos, China y Europa, fueron seleccionados para representar a México en una misión educativa en la NASA. «Somos 18 mexicanos y una peruana en el equipo. De ellos, 13 son de Chiapas, y entre todos, hay un ikoots que lleva en alto a su pueblo», dice con orgullo.

Rifas y solidaridad para cruzar fronteras

El viaje requiere alrededor de $3,500 dólares por persona para cubrir visas, vuelos y hospedaje. Ante la falta de apoyos institucionales garantizados, Ahiezer y su equipo han recurrido a ingeniosas estrategias: rifan un telescopio donado, venden productos con causa y buscan patrocinios. «Cada peso nos acerca a las estrellas», comenta el joven, quien recalca que su historia no es solo personal, sino un ejemplo para otras comunidades indígenas.

Ahiezer cierra la conversación en ombeayiüts, su lengua materna, con una reflexión que resume su filosofía: «Jondot okas ngomajier üm, atmenkiaj ikoots ngome atam majerads kuane mapal ikoots». Su meta tras este viaje es clara: inspirar a más jóvenes a perseguir lo imposible, demostrando que el origen no define el destino.

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