Durante los días calurosos, pocas cosas resultan tan tentadoras como un helado. Su frescura alivia el sofocante calor y su sabor dulce ofrece una dosis de placer inmediato. Además, se ha vuelto casi una costumbre asociarlo con el verano, los paseos en familia o las reuniones con amigos. Sin embargo, cuando el consumo pasa de ocasional a diario, la salud puede verse comprometida.
Aunque existen versiones más saludables, la mayoría de los helados comerciales tienen altos niveles de azúcar, grasas saturadas y calorías vacías. De acuerdo con la Asociación Americana del Corazón (AHA), el exceso de azúcar y grasa en este tipo de productos puede:
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Aumentar el colesterol LDL («malo»), incrementando el riesgo de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
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Elevar el índice glucémico, provocando picos de glucosa en sangre perjudiciales para personas con diabetes o con predisposición a desarrollarla, según la Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil (JDRF).
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Dañar los dientes, ya que los azúcares se alojan entre encías y dientes y favorecen el crecimiento de bacterias que causan caries, según la Asociación Dental Estadounidense (ADA).
Además, comer helado como hábito diario puede desplazar otras opciones más nutritivas y aumentar el riesgo de sobrepeso, especialmente si no se compensa con actividad física o una dieta equilibrada.
¿Tiene algún beneficio?
Sí. Comer helado también tiene un impacto emocional positivo. Según Harvard Health Publishing, puede contribuir a mejorar el estado de ánimo, gracias a la dopamina liberada por su sabor y textura agradable. En ese sentido, disfrutar un helado ocasionalmente puede ser parte de un estilo de vida saludable si se hace con moderación.
Alternativas saludables y refrescantes
Para quienes desean algo fresco y sabroso sin afectar su salud, existen varias opciones caseras y naturales:
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Paletas de fruta natural: hechas con jugo o fruta entera como mango, fresa o sandía. Se pueden endulzar con un poco de miel o simplemente aprovechar el dulzor de las frutas.
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Yogur helado con frutas: usar yogur bajo en grasa y congelarlo con arándanos, plátano o fresas picadas.
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Smoothies fríos: combinaciones de frutas como piña o frutos rojos con leche vegetal o agua y un poco de hielo.
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Ensaladas de frutas frías: una opción clásica y refrescante, ideal con un toque de limón y hojas de menta.
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Gelatina natural sin azúcar: preparada con jugo de fruta natural es una alternativa ligera y nutritiva.
Conclusión
Comer helado todos los días no es lo más saludable, especialmente si se trata de versiones comerciales altas en azúcar y grasa. Si bien puede disfrutarse ocasionalmente, lo ideal es alternarlo con otras opciones más nutritivas. Durante la temporada de calor, mantener una alimentación equilibrada e hidratación adecuada sigue siendo la mejor estrategia para cuidar tu cuerpo sin renunciar al placer.
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